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EL DUELO

Irene Benitez Mir • abr 22, 2023

      Hacer un duelo no es olvidar sino recordar sin dolor

                              “El tiempo lo cura todo” 

¿recuerdas este refrán? pues es algo en lo que creemos, porque lo hemos oído constantemente y por ello llega a convertirse en una certeza como muchas de las creencias que llevamos arrastrando.
Pero la realidad es que aquello que es doloroso a veces lo dejamos amagado en un baúl que cerramos con muchas llaves creyendo que así el dolor no se escapara, pero esa energía dolorosa no puede quedarse encerrada ya que necesita hablar y de forma inconsciente nos acompaña muy sutilmente en nuestro día a día y nos atrapa dejándonos congelados con multitud de síntomas y sensaciones físicas como opresión o peso en el pecho o garganta, malestar estomacal, mareos, dolores de cabeza, entumecimiento físico, fatiga e incluso vulnerabilidad a las enfermedades. Sentimos sentimientos de conmoción, tristeza, negación, desesperanza, ansiedad, enojo, culpa, soledad, depresión, impotencia, etc.

Y como llega a nosotros pues nos encontramos en nuestro día a día con situaciones que no sabemos gestionar porque no entendemos, la realidad es que una situación actual nos despierta emociones que vienen de “el duelo no gestionado” que ocurrió tiempo atrás y por ello no entendemos que nos está ocurriendo.

Creemos que un duelo viene generado por la pérdida de una persona y la realidad es que abarca mucho más.

¿Qué es un duelo? El duelo es el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras una perdida.

¿Qué es una perdida? Es una situación o cosa que se deja de tener por una circunstancia.

O sea que imaginaros la de cosas, personas, situaciones que tenemos en nuestra vida y que desaparecen, perdemos o se alejan, pero sólo algunas nos llegan a ocasionar un gran dolor y pueden ser: el amor de una pareja por perdida o por separación, la muerte de un ser querido o de una mascota pero también puede ser: la juventud que perdemos cuando pasamos a una edad más adulta, la pérdida de un miembro o órgano por enfermedad o accidente, una casa, la perdida de la fertilidad, un peluche que un niño tiene y le acompaña hasta una edad más adulta, un trabajo, nuestra patria, etc.

Todas estas situaciones nos pueden hacer pasar por un duelo y este proceso como he dicho involucra diferentes emociones y comportamientos que a veces no sabemos o no tenemos herramientas para gestionar y quedan congeladas.

Pero además en estas situaciones de perdidas donde se generan energías de mucho dolor, este dolor incluso se puede traspasar generacionalmente lo que hace todavía más incontrolable lo que sentimos hoy en día, ya que no conocemos el hecho concreto.

Esto nos viene a decir que ese estado de dolor solo necesita espacio para poder ser resuelto y a veces traspasa generaciones para poder ser visto y sanado.

Cuando nos damos la oportunidad y nos responsabilizamos de nuestro bienestar y nuestro crecimiento personal, no echando la culpa de lo que nos sucede a cosas y personas externas a nosotros podemos darnos el permiso para poder ver nuestras heridas, cuidarlas y dejarlas cicatrizar.




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