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Sanando heridas con nuestra madre

Irene Benitez Mir • jun 10, 2021

Desde el amor y la comprensión


Os quiero hablar de nuestras mamas desde una mirada amorosa, sabiendo que hicieron lo mejor que sabían hacer en este difícil trabajo de traernos a la vida, a pesar de que hoy tenemos muchos conflictos que bloquean nuestras vidas y nos persiguen.

 Ellas nos protegieron y enseñaron el mundo desde sus propias enseñanzas que también llevaban incorporados sus patrones adquiridos.

Por ello a pesar de ser adultos aún llevamos dentro de nosotros al niño que tal vez sufrió o sintió miedos e inseguridades y no fue atendido en la medida que lo necesitaba y seguimos esperando a que mama nos abrace fuertemente para sentirnos acompañados y protegidos pero desgraciadamente muchas veces nuestras mamas o no están o todavía continúan viviendo como aprendieron ellas para poder sobrevivir y no están disponibles para nosotros y a pesar de todo ello, nosotros continuamos esperándolas porque nos hemos quedado congelados en aquella edad infantil donde necesitábamos que nos acompañara con amor, protección y cuidado.
 
Aprendemos a mirar el mundo con los ojos de mama y ese mundo se nos convierte a veces en un lugar difícil de transitar.
Sin darnos cuenta nos olvidamos de nosotros y vivimos pendiente de lo que mama quiere y necesita para obtener lo único que deseamos que es su amor y esta búsqueda constante va dejando una huella importante en nuestras vidas y vamos sintiendo:

• Rabia y explosiones de ira
• Baja autoestima. No nos queremos, no nos aceptamos, no nos valoramos. 
• Sentimos miedo al abandono y ello a veces nos hace aguantar relaciones insatisfactorias por unas migajas de cariño (pareja, amigos, compañeros de trabajo, etc.)
• Inseguridad, necesidad de aprobación.
• Problemas de ansiedad y estrés debido al ambiente cambiante y poco seguro.
• Una gran auto exigencia y necesidad constante de ser perfectos.
• Problemas afectivos, inestabilidad emocional
• Necesidad de cuidar de todos los que nos rodean como forma de sentirnos validas para poder recibir amor.
• Sentimiento de soledad y de no merecer amor. 
• Y un largo, etc.

Hoy quiero hablarte de El apego

La forma en la que construimos los lazos afectivos (apego) con las personas que nos cuidaron, protegieron y nos enseñaron a entender y interactuar con el mundo exterior (normalmente papa y mama), tiene un gran impacto en nosotros.

Un bebé no es capaz de sobrevivir por sí mismo fuera del vientre materno ya que es un ser débil que necesita que se le proporcionen cuidados básicos como alimento, protección y contacto físico permanente, como veis nacemos totalmente inmaduros lo que nos convierte en seres dependientes de nuestras figuras de apego y sólo dejaremos atrás esa dependencia si nuestros padres son capaces de cubrir nuestras necesidades, sino siempre estaremos atados a ellos de una forma consciente o inconsciente.

Es importante tener presente que las necesidades afectivas y emocionales de los niños, son tan importantes como las fisiológicas y que necesitamos sentirnos seguros y protegidos para poder regular nuestros estados internos.

Algunas de las dificultades que sentimos en nuestra edad adulta tienen su origen en la forma en la que se construyó este vinculo.

¿Cómo se establece el apego?

Desde el nacimiento, el bebé observa y siente a través de su figura principal de apego que por lo general suele ser la madre. Por tanto es ella la encargada de proporcionar seguridad al niño en situaciones de amenaza.
Aprendemos a ver el mundo a través de los ojos y las emociones de mama.

Los 4 tipos de apego

1. Apego seguro

El niño sabe que su cuidador no va a fallarle. Se siente querido, aceptado y valorado. 
Las personas que han tenido un apego seguro en la infancia tienden a tener relaciones de confianza, a tener una gran autoestima, disfrutan de las relaciones íntimas, la búsqueda de apoyo social y la capacidad de compartir sentimientos con otras personas.

2. Apego ansioso y ambivalente
Suelen ser niños que crecen con figuras de apego más pendientes de sus propias necesidades que de las necesidades del niño. Estos niños crean respuestas de protesta muy fuertes, puesto que el adulto responde de manera variable. 
El niño no confía en sus cuidadores y tiene una sensación constante de inseguridad. Es por ello por lo que los pequeños con apego ansioso-ambivalente necesitan la aprobación de los cuidadores y vigilan de manera permanente que no les abandonen. 
Como adultos, aquellos con un estilo de apego ambivalente a menudo se sienten reacios a acercarse a los demás, porque sienten la relación como fría y distante. De adultos suelen tener una gran dependencia emocional.

3. Apego evitativo

Estos niños han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Aprenden a vivir sintiéndose poco queridos y valorados, muchas veces no expresan ni entienden las emociones de los demás y evitan las relaciones de intimidad.
Un ejemplo sería el niño que llora desconsoladamente y no obtiene respuesta ninguna de su cuidador. El niño se acaba calmando por agotamiento, pero aprende que no puede fiarse ni depender de nadie, también se desarrollaría cuando crecemos en un ambiente muy peligroso, donde las probabilidades de sobrevivir son difíciles. De adultos no crean lazos estrechos puesto que sienten que pueden perderlos.

4. Apego desorganizado

Este tipo es una mezcla entre el apego ansioso y el evitativo en que el niño presenta comportamientos contradictorios e inadecuados. Tienen tendencia a las conductas explosivas y presenta dificultades para entenderse con sus cuidadores.
El resultado de esta confusión se debe a que el niño se siente al mismo tiempo consolado y asustado por sus padres.
Los adultos suelen ser personas con alta carga de frustración e ira, no se sienten queridas y parece que rechacen las relaciones, si bien en el fondo son su mayor anhelo.
De este modo, haber tenido un apego ansioso cataloga a esa persona como insegura de por vida. 
Una vez establecidos los vínculos, salvo otro aprendizaje intentaremos reproducir este patrón aprendido que para nosotros será muy poderoso, lo que no significa que estemos determinados o condenados por él o que no podamos aprender otro



Y como son estas mamas:

Madre dominante, controladora y manipuladora 

Se caracteriza por querer saber y controlar todo lo relacionado con sus hijos.
Ese control a veces es a tal alto nivel que no les dejan tomar sus propias decisiones ni elegir qué es lo que quieren o deben hacer con sus vidas, muchas veces de una manera imperceptible. 
Normalmente, los hijos/as de madres controladoras se sienten inseguros e indefensos ante las situaciones en las que su madre no decide por ellos, ya que ellos no están acostumbrados a tomar decisiones importantes.
Una madre controladora genera siempre un apego inseguro. Un vínculo donde el niño no ha sido validado emocionalmente, por ello su habilidad para manejar las emociones suele ser nula o muy deficiente.
Y una consecuencia evidente es la clara dificultad para establecer una intimidad y una conexión emocional auténtica con alguna pareja afectiva.

Madre perfeccionista y exigente

Es la que tiene en cuenta las virtudes y capacidades de sus hijos, pero como resulta ser perfeccionista y exigente, tiende a querer más perfección y excelencia en sus hijos. La madre perfeccionista y exigente no se suele basar en el proceso (como esfuerzo y constancia) por el que pasa su hijo para llegar a sus logros, sino que únicamente se fija en los resultados obtenidos.
Los hijos cuyos padres son exigentes pueden ser perfeccionistas y inseguros. Todo esto se traducirá en inseguridad, dependencia, baja autoestima y predisposición a la ansiedad cuando sea adulto.

Madre sobreprotectora

Es aquella que se preocupa en exceso por sus hijos, tiene miedo de que les pueda pasar algo malo y por lo tanto tiende a no dejar espacio propio para sus hijos. 
Suele anticiparse a los problemas, queriendo solucionar todo aquello que pueda causar algún tipo de dolor o consecuencia negativa hacia sus hijos.
La sobreprotección se vuelve dañina porque no deja que los niños se desarrollen emocionalmente y les priva de poder alcanzar la madurez suficiente para ser personas independientes y autónomas.

Madre despectiva

Es la que no valora las capacidades ni logros de sus hijos, acostumbra a despreciarlos, ya que tienen un claro sentimiento de superioridad. Hacen uso de una actitud de prepotencia muy marcada, se valen del sarcasmo, de la sonrisa que es amable pero que no duda en señalar nuestros fallos. 

Madre ausente

Es aquella que no está disponible, emocionalmente hablando, para sus hijos. Ya sea porque se encuentra en casa, o en algunos casos por un exceso de trabajo fuera de casa.
De hecho, el primer terror que conocemos es el miedo a perderla, a tener esa madre ausente que no nos socorra cuando la necesitemos. Si eso sucede, no habrá nada en el mundo que lo compense.
Hay personas que llegan a la vida adulta sintiéndose aterradas en todas aquellas situaciones en las que tienen que estar solas. 

Y por todo ello hoy tal vez somos personas inseguras, con miedos, heridas emocionales abiertas, sin defensas, dependientes,



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